A María Había repartido tanta bondad entre los suyos que nunca pensó que aquellos que recibieron esa bondad, le devolvieran tanta traición. La desesperación rondaba su cabeza como una nube gris en la viñeta de la vida, y entre lágrimas y desconsuelo se sentía una caricatura de sí misma, un bosquejo que hizo dios, y no comprendía qué los demás, con una sola mirada pudieran ver todo lo que ella hacía bien. No le bastaba porque se difuminaba entre sus lágrimas, y sus ojos desprendían el suero amargo del vivir, no había placebos en la realidad que observaba, en las palabras de aquellos que hoy le hablaban, y en esos momentos solo veía un señuelo en la parodia de la existencia para hacerla sentirse muy pequeña, y ese sufrimiento que siempre la estaba rondando, pensaba, no se alargaría mucho más de cinco años. Yo veía una madre buena, una mujer que una vez fue la esposa que buscó la felicidad en cada rincón de un matrimonio fracasado, una buena hija… tenía un buen trabajo al que no
Para Julio Pulido Moulet y Juan Cristobal La niña entra en el vagón acompañada de un niño algo mayor que ella, dos mujeres y un hombre. Tendrá doce años. Yo estoy sentado y ella se sitúa frente a mí. Se agarra a la barra. Una bolsa de tela con los colores del arco iris cuelga de su hombro. Habla en catalán con una de las mujeres. Está claro que son su familia. No sabría decir si la señora con la que habla es su madre, aunque más bien parece su tía o una amiga de sus padres. Su cara tiene una expresión adulta y entonces puedo verla en el futuro. Voy leyendo «LA FIESTA DEL CARNAVAL» un poema de Julio Pulido Moulet: No será que la vida/ es una farsa, un engaño, / y tan solo hay un día/perdido en el calendario/ en el que somos reales/ porque vamos disfrazados… A la chica del pelazo la veo de espaldas, es alta, me recuerda a ti. No veo que es china hasta que se da la vuelta. La del gorro canela de NY, también me recuerda a ti. No la puedo ver bien, se ha puesto de lado. Ahora voy leyendo «5