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Mostrando entradas de junio, 2010

Paradise Club

Aquel tipo había dado un navajazo al otro en la pierna. Se retorcía en el suelo. Había pegado a las Prostitutas, a los proxenetas, a los camareros, a los clientes y había roto los taburetes, las botellas y la máquina de la música. Olía a almacén de licores y a perfume. El gigante apartó la cortina roja con el bate de béisbol y primero le pego en la herida. Alguien dijo: ¡no le mates! La segunda le desfiguró la cara y los dientes se perdieron entre los cristales rotos. _ ya sé que soy una puta, pero tienes que entender que no soy solo tuya. Cuando vio las luces de la ambulancia aparecer por el callejón, se fue, ella ya había acabado su jornada. Paró un taxi y empezó el chaparrón. Con este calor, eran normal las tormentas de verano, le dijo el taxista. Madrid, 26 de junio de 2010 Antonio Misas

poseen esta trisomía simple: 47 cromosomas de los que tres completos corresponden al par 21

     fotografía A.Misas 2009 La chica embarazada está sola, sentada, y entra un padre mayor con su hijo Down. No hay mucha gente en el vagón. El chico se acerca y con la mirada y la sonrisa acerca su mano a una pequeña distancia de su vientre, pero no la toca. El padre no le interrumpe y también mira a la chica. Hay sitio a su lado, pero el chico no se sienta… El chico permanece agarrado al barrote y con el cuerpo anclado al suelo solo se mueve por el traqueteo del tren. El brazo se ha quedado estirado y su pequeña mano que asoma por el puño de la camisa solo deja ver los dedos cortos, estirados, que están esperando a tocar. Él espera a que la chica le devuelva la sonrisa, pero ella se ha quedado pensando en esos centímetros que separan. Mira al padre y mira al chico y vuelve a mirar al padre y mira a otro lugar del vagón. El tren se detiene y el cuerpo del chico se balancea adelante y atrás. El padre le coge de la otra mano cuando suena el ruido del aire comprimido y el mec

junio había empezado con ese calor que se queda dentro de los bares...

el camarero le dice a la chica, buenos días, ¿vienes sola? y la chica le dice, sola viene. La chica es rubia, pequeña, gorda y lleva un vestido negro, corto y de princesa. Tiene la piel muy blanca y la nariz y los zapatos de Peggy Sue. La miro y me recuerda a que no debemos ser nostálgicos, a no anhelar, a no sentirnos víctimas y a saber que fracasar nunca es definitivo. Ya no recuerdo si alguna vez tuve complejos. Ahora viene el chico, le sonríe desde lejos y el camarero le mira, sonríe, y suspira. Los chicos se besan a las nueve de la mañana y se miran a los ojos. el camarero habla de que van a cerrar ese bar y a poner un autoservicio. Posiblemente esta escena se convertirá en la última que yo viví en aquel bar y nunca más me acordaré de Peggy Sue, ni de su nariz y ni siquiera sabré si se casó y si tuvo hijos o no. Seguramente que ella piensa que hay que agarrarse a las cosas buenas de la vida, a esas cosas que nos hacen sentir mejor. y por eso, le vuelve a besar. yo por eje

dos borrachos están sentados en un banco...

E stán en la calle Carranza, enfrente de la farmacia, son muy feos, más que los de Velázquez. Deben de llevar ahí toda la mañana, con la botella en una bolsa de plástico. A estos les importa un carajo lo que acaba de subir el tabaco, se levantan y se fuman las colillas del suelo, ¿qué crisis? ellos deben de llevar en la calle más de lo que recuerdan, si no, no se pondrían tan feos cuando intentan pensar, cuando se descojonan por una gilipollez y se recuestan hombro con hombro y se pasan mareando, la botella. Están ahí, como Matías Prats en el banco naranja, y encima no se tienen que ir a presentar el telediario, por eso nunca van a ganar el TP de oro... no pagan hipotecas, les da igual ING que Caja Madrid y Rodrigo Rato, y les da lo mismo el plan2000e, tampoco les importa que hayan bajado el sueldo a los funcionarios y a los jubilados, ni el derroche del estado... la embriaguez es el estado... nadie les va a hacer soplar el globo, ni nada, porque si no tienes nada, nada te pueden qu

la mujer del sargento Martínez y cien millones de viejos...

Para Asun Ordás En la cola del cine, no sé, en el cine Paz, o en el Roxy, empecé a verlos mientras pasaba pensando en la mujer de las grandes tetas que vi por los pasillos largos del metro.  La cola del cine es lenta. Por los pasillos del metro el tiempo tiene más importancia y la gente pasa deprisa y aquella mujer que iba en dirección contraria me miró cuando nos cruzamos, me miró porque yo no dejaba de mirar sus tetas, que eran muy grandes en un cuerpo delgado y me recordó al sargento Martínez, aunque ella no tenía bigote miraba como me miró él cuando me dijo: Misas, me has defraudado. Era la primera vez que alguien me decía literalmente que le había defraudado y sin embargo no me retiró su confianza. Yo era uno de los mejores en aquella pista americana o española, y el militar más hijo de puta del cuartel me adoraba por ello. Pero el día de la competición no soporté la presión, el miedo a defraudar al padre castigador que se me representaba con toda autoridad, nadie me q