Aquel hombre pensaba en los años del advenimiento de la democracia, como si el mismísimo Jesucristo se las hubiera arreglado para poder estar entre nosotros, y hubiera participado en el preámbulo y en los primeros artículos de la constitución del setenta y ocho. Incluso entonces pensaba que Jesucristo fue el primer socialista de la historia. Ahora le parecía que era el diablo el que nos rondaba y que éste presidia los consejos de administración de todas empresas y hasta en sueños le oía decir: “los resultados son paupérrimos, hay que despedir a unos cientos de empleados más, que se encargue de ellos el estado mayor”. Se despertó sobresaltado en los soportales de las torres de Colón, alguien le había robado la manta que le abrigaba. En sus sueños, el diablo iba vestido de rojo. Aquel tipo dormía en la calle desde hacía unas semanas, desde el último crak de Nueva Rumasa. Unos meses sin cobrar la nómina y se tuvo que ir a pedir. Estaba convencido que toda una vida hacien
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein