Se subió al metro en Arturo Soria para regresar a casa y sintió la necesidad de encontrarse con el vacio otra vez, huir a ninguna parte. No le bastaba llenar el tiempo de tiempo ocupándose de vidas ajenas, de acontecimientos y rutinas de otros. Necesitaba apartarse de la gente para oír el silencio. Los otros iban a lo suyo y sabía que cuando empezaba a sentirse hastiado era porque necesitaba cambiar de aires. Nunca le había llenado formar parte de lo intrascendente de los demás durante largos periodos. Vivir así le producía tedio y sabía que esta situación no debía prolongarse mucho más. Pero estaba lo de seguir integrado en un trabajo y tener un sueldo para seguir viviendo y eso siempre le había preocupado. Nunca dio un paso certero que le sacara de esa fosa común. Consideraba que estar sometido, supeditaba sus movimientos a una rutina que le saturaba. En el vagón olía a la humedad de los abrigos mojados y al calor de los cuerpos de la gente, y la luz intensa dejaba observar
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein