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Mostrando entradas de octubre, 2013

¿Dejó de importarnos el cielo?

Para Cesar de la Campa « ¿Dónde está el verano, el increíble verano del absoluto?    T.S Eliot» Se te ha largado la memoria después de una vida dedicada a Dios. ¿Qué más da lo que hayas hecho con tu vida? Podrías habértela pasado en los burdeles adoctrinando a las putas. Una vez me dijiste que para ti las galletas eran como una mujer abierta de piernas, y a mí me extrañó que un cura dijera eso. También te cagabas en mi puta madre cuando yo me cagaba en dios. Y me explicaste por qué decidiste ser cura, por qué preferiste la religión y las Iglesias. Ahora eres un viejo, tan viejo que no me recuerdas mientras yo pienso en dios y en todo aquello qué sé. Lo que me dijiste me acompañó durante años enteros. ¡Qué triste es todo, por Dios! Hablé contigo de Literatura y Conversión.  De cuando Eliot se metió ahí. Yo me había empapado de eso. Compré un libro que se llama así en una librería del Paseo de Gracia, creo que muy cerca de la casa Batlló de Gaudi,  una de esas veces que fuim

Cuando nos iba viniendo esta miseria…

Las cosas que me dijiste ya no sostienen esta casa.  Te miré como si te hubieras muerto. Y tú me mirabas, también, como si te hubieras muerto. No pude recordar más que eso. Nadie había a nuestro alrededor en aquella conversación cuando vino esta miseria. Estuvimos ocupados siendo infelices, saboreando el cianuro de la vida, como si nunca nos fuera a pasar nada. Y luego nos fuimos separando de nosotros. Los otros que ahora somos, yacen en el jardín sentados en nuestras lapidas, bebiendo lágrimas y hablando de nosotros, de lo mal que lo hicimos todo.  Ahí espían nuestras culpas, el último aliento. Ahí, sé que está enterrada nuestra paz y habita muerta nuestra risa. Ahora somos eso que flota en las ideas, tiempo en cuerpos desmembrados. Estamos en un lugar donde ya no se asean los pobres de la tierra. Madrid, 16 de octubre de 2013 Antonio Misas

La humedad relativa del aire

La calle huele diferente a las siete de la mañana si entras o sales, si te has levantado o te vas a acostar. El día que te conocí me hablabas también de la humedad relativa del aire y de cosas de esas que, aun siendo interesantes, no tienen ningún interés, no hay relevancia alguna en ellas, pero que a los niños les encantan. Me explicaste que, para relacionarnos con los desconocidos, para romper el hielo, debemos utilizar el lenguaje a modo de relleno, hablar por hablar hasta encontrar algún elemento común con el que empatizar. Ser niños. Seguir pareciendo adolescentes, rebeldes y libres. Decías que en tu cerebro solo cabían doce años. Te quedaste ahí hace ya una eternidad y no quisiste crecer. Que todo eso te hacía las cosas más fáciles… si no, todo era tan serio. Y a mí, empezó a gustarme tu descaro, ese niño que a veces interpretabas, y que no eras. Esas cosas dulces que decías a la gente sin importarte lo que pensaran de ti. Como te gustaba seducir a todos por esa necesida