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Mostrando entradas de 2015

Imaginando a Manuela

La abogada se acercó al estrado para informar a la juez que su cliente aun tardaría en comparecer, un atasco estaba impidiendo que llegara a tiempo. La juez observó que era menester establecer una fianza, sino quería que su cliente fuera desahuciado, de al menos un cincuenta por ciento de la deuda contraída con el arrendatario. La abogada, aclaró a la juez que su cliente todavía tenía un lactante, y que este, le ocasionaba a su cliente unos gastos extras, que rogaba a su señoría, tuviera en cuenta. Así mismo, debería ser tenida en cuenta la actual situación por la que estaban pasando una gran parte de los ciudadanos de este país, que hacía del caso en cuestión, algo general y no particular de su cliente; había dos millones de   niños sin casa. En su opinión, ningún chiquillo debería quedarse desprotegido.  Todo era un vago recuerdo de cuando ejerció la judicatura, ahora, todo le parecía absolutamente excesivo. Se sentía desbordada, no era feliz y pensaba que eso no era bue

escuchar el ruido de los amuletos

Aprendió a estar solo, aun así, llevaba un billete de dólar en la cartera junto a una estampita de judas que encontró en alguna parte. Otro medio billete que compartió con su mejor amigo por lo de aquella película. En el bolsillo pequeño un chinito de esos de madera que hacía muchos años le regaló su sobrina María cuando apenas era una niña. Lo llevaba junto a una moneda de dólar. Tenía algunos buenos amigos que le cuidaban y le procuraban trabajos eventuales. Tenía otros amigos que le proporcionan entrevistas para buenos empleos, por ellos, tenía dos San Pancracio en el marco de la puerta. Y la tenía a ella, a ella que se lo daba todo. El murmullo de la soledad resonaba en aquellos amuletos y le hacía pensar que en algún momento de su vida debió desviarse del camino. Debió dejar de mirar al mundo con esa objetividad con la que se debe mirar. Se dio cuenta que haber variado tantas veces el rumbo le había llevado a un analfabetismo crónico, había acabado formándose una ide

Shuu, no digas nada

¡No tienes corazón! ¡No tienes corazón!  Oigo gritar a la vecina. Hay incursiones en la intimidad de la conciencia que convierten a los hombres y a las mujeres en seres vulnerables, sin embargo, no quieren ver pasar el tiempo sin dejar de decir a los demás lo que arrastran. Lo contrario devastaría a cualquiera que viva con un poco de cuidado. Cuántos anuncios o películas empiezan o podrían empezar con estas palabras: “En un mundo convulso…”; basándose en el mismo mundo en el que cada madrugada nos despertamos para vivir apretados, enajenados por un ritmo de vida en el cual nos encontramos inmersos sin ser conscientes de haberlo elegido… el mismo mundo donde lo desconcertante son tantas noticias adversas que calan bien hondo en un lugar determinado de la conciencia. A pesar de esto buscamos una armonía en lo frecuente y no hacemos mucha memoria de ello… a causa de esto, intentamos construir nuestro pequeño mundo con sólidas bases de amistad y amor… La vecina g

Quiero ser como tú

Para mi amigo, Manel Rubio Reyes Éramos un grupo de niños todavía tímidos y él lo suponía casi todo para nosotros. Nos llevaba de aventura y nos hacía participar de cada nueva actividad que se le ocurría. A pesar de nuestra timidez nos ayudó a crecer y algo de lo que somos hoy como personas se lo debemos a él. Era nuestro monitor y amigo, nos hablaba como a iguales, como a adultos. De su mano le echábamos valor a cada asunto en el que nos metía. Pasamos muchas veces frío y miedo en la montaña, mucha vergüenza cuando actuábamos en pequeñas obras de teatro o nos disfrazábamos para entretener a los demás, pero siempre nos sentíamos arropados y ensalzados por él. Había mucha sagacidad en aquel tipo tan “echao p´alante” que nos arrastraba a sus pequeñas locuras. Todo el mundo le conocía y muchos envidiaban su osadía y, sus genialidades. Ha pasado mucho tiempo desde aquello y esa épica adolescente que compartimos con él y que tanto nos ayudó a crecer, parece que fue de otra vi

Ya le queda poco al sol

“…pocas cosas son tan agradables como que te pidan que básicamente no hagas nada más que dejar que todas las cosas buenas te sucedan como por pleno derecho.” Lo dice Frank Bascombe en “El día de la Independencia” novela de Richard Ford. Cuando vi fumar a aquel Yogui me quedé sorprendido.  Creía que no fumabas le dije, y él me dijo, estoy experimentando los efectos nefastos que el tabaco produce en el metabolismo. Apagó el cigarrillo en el cenicero, agarró el paquete de fortuna y encendió otro, así hasta siete. Bajé por la escalera hacia el garaje donde estaba instalada la sala de yoga y me detuve en el descansillo para leer algo de la biblia apócrifa que tenía en el atril. Toqué las páginas abiertas y pensé en las verdades y mentiras que habría dentro de aquel libro, en los intereses de la Iglesia católica, en todos los hombres que habrían seleccionado aquellas historias casi perversas y en el tiempo que tardaron en difundir aquel libro que no le interesaba prácticamen

silencio de suposiciones

para JM      Tenía la costumbre de caminar ensimismado por la calle con ese aspecto que tienen los locos a los que el mundo les da demasiados quebraderos de cabeza y en apariencia les es ajeno.       Era uno de esos tipos que caminan descuidados y que suelen vivir inmersos en sus utopías. No ignoraba las preocupaciones corrientes de su gente y aunque sabía que eran inevitables, también sabía que se correspondían de forma indivisible a la totalidad de sus desventuras. En el duermevela de la madrugada, tuvo la certeza de que en los entuertos de vivir se obtienen más escenarios erráticos que aciertos, y con ello, una impotencia que se va acumulando y que acaba sumiéndote en una consciencia de soledad.      Él comprendía que estas cosas pasan hacía adentro y que muy pocos podían percatarse de sus momentos de desasosiego.      Le hubiera gustado ser de otra forma en la vida pero las circunstancias le llevaron a creer ser ese que transitaba y cavilaba así, y sabía que ya no

Doce años

para Álvaro                                                 Mi hijo está atravesando esa edad en la que siempre dije: yo me detuve. Esa edad donde me acostumbré a permanecer en el desorden. Donde observar el polvo de las estanterías de la habitación, mientras pensabas en cualquier cosa, te convertía en sujeto de un paisaje lunar y cotidiano. Empezabas a ser consciente de que ya eras un adulto doce años más viejo, y que no había retorno, debías vivir. Compartías problemas, penas y alegrías en una familia que no habías elegido, y tenías que acatar el orden y las normas de un mundo al que te habían traído sin preguntarte. Empezabas a pensar como ellos y eso te parecía un horror. Te veías obligado a identificarte con las personas y costumbres que te llevaban a ser ese que no querías ser.  Solo soñabas que algún día tú serías otro que no se parecía a ese (tan poco maleable) que ellos intentaban hacer que fueras, y con esa esperanza ibas subsistiendo y atendiendo a los miles de

Al lado de los pájaros

"Una vez pudimos sentir orgullo al ver las montañas blancas desde las cumbres. La montaña nos permitió sentirnos grandes y nos dio la posibilidad de creer que aquel sentimiento duraría toda la vida. Lo que no entendimos entonces es que con ese mismo sentimiento se iniciaba un declive, en todos los sentidos, que se mantendría invariable. Detrás de aquel período de intensidad sólo quedó la caída, nada se sostuvo." Pienso que esto que he escrito no irá a ninguna parte, es una reflexión demasiado obvia e inútil. Decido largarme a la calle a despejarme. Estoy en una de esas veces de reflexión casi poética que tanto detesto. A veces quiero escribir largo pero cuando releo cerca de la cincuentena de páginas escritas me encuentro con una infinidad de reflexiones patéticas y formas poéticas que hacen que lo abandone.    Recorro la calle Barquillo mirando al suelo, voy dándole vueltas a esto. Levanto la cabeza y miro a la gente con la que me cruzo y otra vez al suelo emp

del acero de un puñal

En Madrid hace noche de pensar. Habrá gente destinada a pasar por las horcas caudinas que les quitará el sueño, o por cualquier otro tipo de preocupación, sabe dios lo que soportan hoy los hombres y las mujeres. Los insectos pululan en círculos. Se aferran a la luz de la farolas y al aire. Se posan en la piel, parecen sentir la sangre, escuchar como recorre las venas. Es imposible ignorar estos sucesos sin existir tan quieto. Es agradable agarrarse a las cosas mínimas cuando piensas que quizás nada tenga ya mucho sentido. Buscar en una reunión de pequeños sucesos algo de espiritualidad con lo que armonizar un poco el sabor amargo de la existencia. Observar que la calle está llena de papeles, que hoy debió de pasar mucha gente por aquí, y que la luna ya en lo alto hace sombra y dibuja una urna en la esquina perfilada de un edificio que se tuerce en tus zapatos. Lo infame es saber que te dedicas a pensar en estas cosas para evitar no pensar en tanto sometimiento o en otras de actu

La vida es un cortometraje de setenta años

Antes de abrir la puerta del portal se vio reflejado en el gran escaparate que formaba la cristalera. Bajó despacio los dos escalones y observó que se había hecho mayor. Pensaba que había madurado tarde, que nunca estuvo a la altura de las circunstancias y que para todo lo que vivió y le ocurrió viviendo, él siempre fue a la zaga, no por ser un inconsciente, sino un cobarde. Había vivido evadiéndose de responsabilidades y problemas. Y ahora, cerca de esa edad no quería ocultar que había coexistido con una especie de permanente evasión. Salió a la calle, cruzo el jardincito mirando a las plantas y sintió el sol  y el viento fresco  y suave sobre la piel. Esa sensación le recordó que en Santander ya era tiempo de playa. Giró por la esquina y entró en la taberna de los chinos. El camarero chino nada más verle agarró una jarra grande y se puso en el grifo a tirar cerveza, después de derramar un poco, dio otro golpe de espuma y la posó delante de aquel hombre que nunca decía nada.

¿A qué lugar se fueron los soldados?

                       Monumento del cementerio de italianos del Puerto del Escudo, Cantabria.     Jotaeme y yo habíamos acordado vernos en su casa y luego ir a visitar a nuestra madre a la residencia geriátrica municipal.  Cuando llegué Valeria había preparado ya el café. Yo llevé una botella de Macallan que me había regalado un tipo con el que hice algunos negocios. Eso era todo lo que tenía de valor por aquel entonces y estaba dispuesto a bebérmela con Jotaeme y Valeria.  Cuando nos juntábamos nos gustaba hablar de la infancia y de todas esas cosas con las que habíamos crecido. Nada de particular.    El geriátrico no estaba lejos de allí pero nos gustaba reunirnos antes y acudir más tarde. A nuestra madre no le importaba. En realidad no le importaba nada. Hacía ya muchos años que sufría Alzheimer y no reconocía a nadie. No reconocía a sus propios hijos. No recordaba nada de su vida. A menudo nos preguntábamos que podría tener en la cabeza aquella mujer que una vez fue nuestra

NOVELA. Herederos, La verdadera historia de Carmen Orozco

Herederos, La verdadera historia de Carmen Orozco De Roberto Villar. Él mismo, Roberto, me trajo un ejemplar de la séptima edición de la novela. Quería leer el libro después de haber leído Asoma tu adiós, su otra novela publicada. Reconozco que con la historia tenía prejuicios, la novela estaba basada en una serie de televisión, Herederos, era una precuela de esa serie que no conocía. Con el autor, tenía interés en saber más de sus cualidades narrativas y por qué no decirlo, interés por saber cómo se aborda eso que ahora llaman, precuela.     Empecé a leer. Arrancaba con el nacimiento de su segunda hija, Carmen, la protagonista, y la decepción de su padre por haber traído otra hija al mundo, clásico. Y bueno, allí se iban presentando los personajes, el torero glorioso, marido y padre de dos hijas que destacaba como un mito entre su círculo de amigos. Todo era correcto pero mis prejuicios seguían haciéndome ver que aquella historia que se estaba contando carecía

“Mientras el presente está vacío”

     Le parecía que no había nada más desalentador que en un día gris de primavera la gente se mostrara optimista. Abrió el ordenador y se sintió abrumado con los constantes mensajes llenos de esperanza. Personajes brillantes y famosos, y políticos en campaña electoral, encontraban en las redes sociales un magnífico medio para lanzar sus ocurrencias y su propaganda ideológica. Veía pasar estos mensajes de forma continua compartidos sin apenas reflexión por sus contactos y amigos. Se metió en la boca una pastilla de Ibuprofeno cinfa 600mg y miró por la ventana, observó durante un momento como lloviznaba, y cuando la pastilla le empezó a amargar se sirvió rápido una taza de café con mucho azúcar y pegó un trago, después siguió leyendo en el ordenador aquellos mensajes.           Para aquel tipo la existencia se había vuelto un delirio continuo en el cual se le auguraba un futuro de prosperidad y abundancia que nunca acababa de llegar. Por encima de todo se encontraba inmerso e

nuestros pequeños problemas

                             Fotografía A.Misas      Al liar el cigarro, en ese tiempo, le dio para pensar en otras cosas al margen de la conversación o digamos, del propio pensamiento involucrado en aquella conversación.       Le vinieron ideas ajenas al momento en el que ocurría lo que estaba ocurriendo. Podía detener lo que le ocupaba hasta ese momento y pensar en otras cosas.       Era consciente que ese acto tan simple le separaba de los demás, le detenía y trasportaba a lo no resuelto de su vida para ocuparse de ello aparentando permanecer atento a lo que se estaba tratando.       Era una especie de alteración del presente sin que nadie se pudiera dar cuenta que se había trasportado hacía alguna de sus intimidades.       Hablar de la actualidad mediática, de las circunstancias, de las supuestas consecuencias, le importaban un carajo.       Mantener conversaciones con tu círculo de amigos o conocidos sobre lo que pasaba en el mundo, le empezó a ser ajeno, le aburría de forma

Él, Cesar.

Para Cesar De La Campa Alba, in memoriam. Hace dos días que Cesar dejó este mundo y se largó a esa idea que él tenía del cielo. Hubo un tiempo en el que toda nuestra vida giraba en torno a él. Éramos tan niños que apenas empezábamos a descubrir el mundo al que habíamos venido. Él estuvo allí, en esa primera parte de nuestras vidas para darnos la primera impresión, la primera lección, cuando era el principio de todo.  En aquel barrio todo hubiera sido miserable sin él, seguro que como la oscuridad sin el génesis, fue Cesar entonces, nuestra primera  luz. Montó una Iglesia, un grupo scout, una biblioteca, un taller de fotografía, otro de música y el primer foro de pensamiento al que yo acudí. Fue cuando por primera vez pensé en las formas, en el nombre de los árboles, en las mareas, en el color de las flores. Todo lo basó en la bondad, en el reconocimiento del prójimo, en la amistad y en el amor. Todo parecía un regalo de dios y nosotros, lo teníamos. Empezamos a pensa

Cine. Birdman.

     Puede que al principio se durmiera viendo la película, que le agotara ese plano secuencia y que no me diera cuenta de cuando el sonido dejó de ser un ruido fastidioso e infernal que parecía salir del fondo de una lata amplificado para molestar al espectador.       Puede que se despertara y empezara a interesarme porque en una escena de un teatro le pareció reconocer el ensayo de una adaptación de ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor? pero el plano secuencia no dejó de molestar hasta el final.      L e pareció que el director había adaptado todo aquello para todos los perdedores de Hollywood. Debe de ser así contarlo desde dentro.           La película era una verdadera mierda que contaba desde dentro la frustración, el fracaso y la borrachera de recuperar la fama y la familia.      Siempre admiró a Garci cuando le escuchaba hablar de cine, se preguntaba si el pudiera, si llegaría a sentir eso alguna vez, sentir todas esas cosas maravillosas que Garci decía cuando iba

El candidato

                          Fotografía. Madrid. A. Misas 2009 El tipo no recordaba cuando se le quedó vacío el ideario que siempre tuvo y manejó sobre los sueños, algo de ilusión por alguna empresa o estado de la existencia (se sintió presuntuoso). El mundo conocido se había convertido en una habitación diáfana. La opción y opinión de las demás personas no captaban su interés. Los medios de información, la contribución de estos a la democracia habían vaciado cualquier asunto de sentido. Le parecía que todo, como el jamón, estaba sobrevalorado. Pensó que no llegaría a ningún lugar porque hacía ningún lugar se dirigía. Sin embargo, aceptó ser el representante de la comunidad en las próximas elecciones, se inventó un interés, una opción, puso las dos manos en el fuego por algún amigo y se subió al tranvía.  Madrid, 13 de febrero de 2015 Antonio Misas

"BLACK CARD"

                              El tipo miró la hora en su reloj con una pose de distinción. Se notó cierto orgullo en su ademán, orgullo de sí mismo y orgullo de las cosas que había conseguido y que daban estatus y luz a su persona. Disfrutaba de los juguetes de la vida y de la inteligencia necesaria que hacía suponer una considerable posesión de bienes, objetos, y mucho dinero. Aquel reloj bien podría ser un Patek Philippe, detalle que pudo observar el sumiller cuando con diligencia procedió a servir el Blanc de Noirs Bollinger Vieilles Vignes Francaises del 97. El tipo, miraba y sonreía a la mujer rubia que le acompañaba. Les sirvió, y antes de brindar, en sus ojos, en los ojos de los dos, relumbró la complacencia. Antes de entrar en el Mercedes SL 500 cabrio dejó un billete grande de propina al aparcacoches. La mujer, al acomodarse en el automóvil dejó ver por entero las piernas y levemente las bragas. Él la miró esta vez con lascivia y su dentadura perfecta y blanc