En Madrid hace noche de pensar. Habrá gente destinada a pasar por las horcas caudinas que les quitará el sueño, o por cualquier otro tipo de preocupación, sabe dios lo que soportan hoy los hombres y las mujeres. Los insectos pululan en círculos. Se aferran a la luz de la farolas y al aire. Se posan en la piel, parecen sentir la sangre, escuchar como recorre las venas. Es imposible ignorar estos sucesos sin existir tan quieto. Es agradable agarrarse a las cosas mínimas cuando piensas que quizás nada tenga ya mucho sentido. Buscar en una reunión de pequeños sucesos algo de espiritualidad con lo que armonizar un poco el sabor amargo de la existencia. Observar que la calle está llena de papeles, que hoy debió de pasar mucha gente por aquí, y que la luna ya en lo alto hace sombra y dibuja una urna en la esquina perfilada de un edificio que se tuerce en tus zapatos. Lo infame es saber que te dedicas a pensar en estas cosas para evitar no pensar en tanto sometimiento o en otras de actu
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein