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Mostrando entradas de 2016

Prosperidad

              Sara siempre me había recordado a aquellas chicas que aparecían en los tebeos que leían las niñas cuando yo era pequeño. Las chicas siempre tenían las piernas largas, el pelo liso y los ojos como avellanas grandes. Cuando llegaba a casa, Thor, nuestro pastor alemán salía a recibirla ladrando y moviendo la cola. Entonces ella se reía y su rostro de dibujo animado se iluminaba.   Por entonces, yo llevaba más de dos años sin trabajo y el Estado había empezado a considerarme un parado de larga duración, hacía un año largo que se me había acabado el subsidio de desempleo y me habían denegado la ayuda familiar. Estar tanto tiempo en el paro era algo que no nos podíamos permitir. Ella tenía que correr con todos los gastos.   La crisis de las hipotecas hacía años que había desembocado en una profunda crisis económica y el sistema financiero pasaba por su peor momento. En los últimos tiempos este era un asunto atroz para la gente y el mundo que habíamos conocido en la primera

Les Bizarres

                                         Relatos fantásticos.  ME GUSTA ESCRIBIR LIBROS, 248 páginas, Iñigo Gibernau Murré              Reseña del editor          Relatos fantásticos con orígenes desconocidos y antiguos que sorprenderán. Nueva Orleans esconde bajo las catacumbas del alma esquinas tatuadas por un millar de pesadillas, almas perdidas entre mundos sombríos y monstruos que lloran amargamente ansiando la eterna luz oculta en el amor. Sumidos en los escenarios de la bella y misteriosa ciudad, nuestros personajes danzan entrelazando sus relatos ajenos al peligroso y oscuro camino que deberán recorrer. Un abogado de éxito a punto de perderlo todo, una hermosa mujer corrompida por las desdichas de la vida, un saxofonista escondido tras sus fantasmas y su propia autodestrucción y un joven pintor arrastrado a un mundo más allá del limbo, se convertirán en piezas clave de una siniestra trama, urdida por el oscuro y misterioso Percival Teach. El mapa de relatos fantástico

Ese poema de Ángel González, Cumpleaños

Los olores de los sitios cerrados se han ido pronunciando al descender las temperaturas, pero me doy cuenta que son los viejos los que me crean inquietud, son los viejos los que ocupan el aire que respiro y tal vez es porque en unos años estaré ahí y especularé con todo lo que dejé de hacer por el camino.  Dejé de lado todas las cosas que creí y derroché el tiempo siendo consciente… y lo peor es que me iré deteriorando, convirtiéndome en un ser cogitabundo y molesto. Pero todavía me quedan unas cuantas correrías que perpetrar por ahí junto al arrepentimiento, alegrías y penas. Unas pocas sorpresas inocentes que llevarme con toda esa gente que por alguna razón el karma puso en mi camino, razón que ignoro a no ser que por el hecho de conocerlos me hayan ido auxiliando, ayudando a hallar un sentido a la vida algo más allá de lo puramente palpable, eso que a veces entendemos que es esto en lo que creemos. En octubre de dos mil nueve hice esa foto de un viejo entrando en el metro

Hay una luz que nunca se apaga

Madrid amanece.  Voy en el setenta y siete junto a los colegiales. Me agarro fuerte a los barrotes cuando arranca dando estrincones y sobrellevo esa incomodidad. En Canillejas cojo uno verde hasta Avenida de América y allí me cambio al metro.   La vida se ha ralentizado y eso no es lo peor, lo peor es tener la posibilidad, a causa de esta lentitud, de poder observar con detalle esa parte del mundo que no puedes ver con claridad desde la complacencia de una vida acomodada. Prestar atención a toda esa gente que cada día se sube al metro para, con sus lamentos, solicitar un poco de auxilio a los demás, y advertir como los demás miran hacia otro lugar, o no levantan la vista del último libro basura de la saga Grey, o miran a la pantalla de móvil, ajenos, o no dejan de leer el veinte minutos que dice que ya han empezado los grandes juicios de la clase política, los de las Black y la Gürtel, y que Bárcenas ya ha amagado con tirar de la manta, o que Ana Pastor, la ex ministra de Fome

En el aniversario de “La Revolución de los Claveles”

Seiscientos treinta, trescientos cinco, quinientos veintiuno, ciento treinta y cuatro, cuatro… …por la mañana me llamaron desde ese número largo de centralita. Ni siquiera conozco el nombre de aquella señora del juzgado que me llamaba para ratificar la sentencia y que al día siguiente a las nueve y medía quedé en ir a ver. - No faltes, me dijo y colgó-. Reconozco que al principio me preocupé y pasé el resto del día dentro de un malestar inusual, incrementando el mismo con el que llevaba conviviendo todo este tiempo. La primera semana después de soplar fue de incertidumbre, de pesadumbre, no sabía que ocurriría con mi carnet y con mi vida mientras esperaba el juicio rápido. Deambulaba sin fin por el verano de Madrid sin centrarme en el trabajo de prospección, y por las noches apenas descansaba cuando lograba conciliar el sueño. Hay ciertas sensibilidades que se despiertan en los momentos difíciles, la mente busca incesante la belleza del mundo, la casualidad en las c

cero coma sesenta y nueve

…al día siguiente me desperté y sentando en el borde de la cama pensé que sería ahora imprescindible no pensar . No pensar en nada. Miré por la ventana como si pudiera averiguar algún indicio de la que iba a ser la semana más calurosa del verano e intenté hacer como si por mi vida no pasará nada que pudiera alterarla. Pero no me lo podía quitar de la cabeza, veía a la juez cuando se dirigía a mí y a la fiscal que no dijo nada durante toda la vista. O a mi abogada de oficio cuando me aconsejaba ocho meses, dos días y cuarenta días más de trabajos comunitarios. O me veía a mí a las puertas del cielo en un pasillo de la segunda planta del Juzgado de la Plaza de Castilla entre tipos endemoniados enseñando sus brazos tatuados, mujeres magrebíes acarreando a sus hijos que me hacían participe de sus cosas, o abogados mal vestidos aconsejando aceptar penas acordadas a clientes desorientados. Estaba metido en mi destino y este se estaba escribiendo en la secretaría de aquel juzgado po

será la tarde la que nos acercará la noche

Para Gonzalo Flores Bas  Los camareros de la taberna visten de negro. Al fondo, debajo de los cuadros de Joyce, Wilde, Butler o George Bernard Saw, está sentado trabajando, ajustándose a los propósitos que se marcó ayer, buscando solucionar los muchos quebraderos de cabeza que suelen quitarle el sueño por las noches. La madera oscura y la luz tenue de la taberna dejan adivinar la silueta de un hombre sentado pensando en esas cosas, en sus cosas. Da un sorbo al café que hay sobre la mesa y pone cara de que se le ha quedado frío. De vez en cuando da algunas indicaciones a los empleados de la taberna. Se muestra como un hombre templado. Cuando les habla deja un punto efímero en el tiempo que a los otros les hace titubear… ellos se detienen, piensan, y siguen con lo que han entendido. Cuando me ve, pone un mohín de agrado, casi una sonrisa. Me dice, qué tal, ¿Cómo te van las cosas?, le digo que bien. Y se alegra participando de ello. Detrás de esa sonrisa leve se en

Esta es una buena empresa, si puedes quedarte, quédate.

Fotografía de A.Misas. Calle Fuencarral, 2009.                    Para todos los de GSS de aquí y para “Los otros”. Por encima de todos los murmullos se oye su voz ronca y enérgica. Me ve y me abraza con fuerza. Es el primero que vi la primera vez que vine aquí, me dijo eso que pongo arriba, lo de esta es una buena empresa, si puedes quedarte, quédate. Él es Pedro Cobo. A veces me pregunto cuándo empezó a disfrazarse de Pitingo, y por qué eligió a Pitingo y no a Bill Porter, el de “Door to door”. Ella nos o bserva desde su mesa como si se tratara de un grupo de seres libres y locos. Aquella chica insolente con la que hablé por teléfono la primera vez resultó ser tan respetuosa, tan educada… y tan de hacerle a uno preguntarse; ¿Cuáles son los últimos principios y causas del mundo? En ella hay una candidez a la que los demás ya nunca podremos regresar. Ella es Vanessa. Sai Monleón levanta la mirada, hay algo que está apuntando en la agenda y que no se le escapará nu

habilitar el infinito

Para Ángel Gamarra Le gustaba decir, de forma invariable, Dennis Hopper o Mr. Hopper. Y luego reía, benévolo, con tanta fuerza, que a mí me producía un instante de felicidad.  Le pareció gracioso aquello y yo le oía y pensaba que debería llevarle a conocer a aquel hombre. Entre las cosas pendientes quedó conocer a  Mr. Hopper. Después vino lo de ampliar nuestro pequeño mundo. Aquello le llevo hasta Badajoz, pero aquel negocio se quedó en ese huraño lugar donde a veces residen las cosas, y el olvido. Y digo esto, porque esa ilusión que él le ponía a todo, se había convertido en nuestra manera de vivir. No había fronteras en lo imposible... había que habilitar el infinito. Y aunque yo lo llevaba jodido con lo del karma y sabía que, irremediablemente, debía pagar por todas aquellas cosas que en otro tiempo debí de hacer mal, él no me abandonaba. - ¡Cada día empiezas de cero!- y yo le miraba y pensaba; Corazón tan blanco, como aquel libro de Javier Marías que nunca

"Easy Rider (Buscando mi destino)"

Para Javier De Las Heras La joyería tenía el luminoso de la calle roto. No nos costó mucho trabar conversación con aquel hombre sin expresión en la risa. Era Dennis Hopper en mil novecientos sesenta y nueve y estaba en San Sebastián de los Reyes en un caluroso mes de junio cinco décadas después hablando con nosotros. En este momento no tengo ningún recuerdo de las joyas, podría asegurar que nunca las vi, y podría jurar que aquel día estuve en el interior de una tienda de ultramarinos.  Yo estaba empezando en esto, en una de las empresas de sistemas de seguridad más reputada del mercado, y habíamos acudido a visitar a Mister Hopper para una posible renovación de sus sistemas. J lo sabía absolutamente todo de este negocio, me lo había demostrado a lo largo de la mañana. Mr. Hopper nos contó que aquel atraco de hace cinco años le había dejado en la ruina. Entraron por algún rincón, hicieron un butrón y se llevaron ochenta mil €uros. El seguro solo hizo la devolución de