Sara siempre me había recordado a aquellas chicas que aparecían en los tebeos que leían las niñas cuando yo era pequeño. Las chicas siempre tenían las piernas largas, el pelo liso y los ojos como avellanas grandes. Cuando llegaba a casa, Thor, nuestro pastor alemán salía a recibirla ladrando y moviendo la cola. Entonces ella se reía y su rostro de dibujo animado se iluminaba. Por entonces, yo llevaba más de dos años sin trabajo y el Estado había empezado a considerarme un parado de larga duración, hacía un año largo que se me había acabado el subsidio de desempleo y me habían denegado la ayuda familiar. Estar tanto tiempo en el paro era algo que no nos podíamos permitir. Ella tenía que correr con todos los gastos. La crisis de las hipotecas hacía años que había desembocado en una profunda crisis económica y el sistema financiero pasaba por su peor momento. En los últimos tiempos este era un asunto atroz para la gente y el mundo que habíamos conocido en la primera
La realidad es lo que se puede describir con el lenguaje, es un lenguaje descriptivo, no la realidad en sí. Por eso “los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo” Ludwig Wittgenstein